El secarral

Autoracing árido, irreverente, políticamente incorrecto, espinoso... y sincero

domingo, 29 de marzo de 2009

Señor Brawn, mucho gusto

Kuala Lumpur.- Cuando la carrera de Australia terminó y la ceremonia del podio comenzó, con el Dios salve a la Reina en los oídos de todos, he de confesar que me emocioné cuando a Button se le humedecían los ojos, cuando Barrichello, el trotamundos experimentado, torcía el gesto pisoteado por el sentimiento, y sobre todo, cuando Ross Brawn se levantaba las gafas y se secaba las lágrimas.

Esta gente ha demostrado algo en un mundo corrompido por la superficialidad y en un deporte absorbido por la cuadratura del balance de cuentas, que las personas y sus valores son más importantes que otras cosas y que permaneciendo unidos, el destino final puede ser el que pretendemos. Sé que suena romántico, hasta ingenuo, pero ver llorando a 3 señores ya mayores, que lo han pasado muy mal y que perseverando se ven ahora en la gloria, sin duda es un acicate para el espíritu de este humilde redactor.

Cuando Honda anunció su marcha inminente de los circuitos, el varapalo en el seno del equipo fue enorme. Pero todos pensamos en un pesar deportivo, en una Fórmula 1 con 18 coches en lugar de con 20, aunque lo que es cierto es que lo que pensaron el 99 por cien de los integrantes de Honda era en sus familias y en la situación en que quedaban. Hubo un señor que los tranquilizó a todos de inmediato y comenzó a buscar el apoyo de patrocinadores, marcas del motor y empresarios multimillonarios. Las negociaciones fueron peliagudas, sobre todo por la imposición por parte de Honda de que el comprador debía garantizar la continuidad deportiva del equipo, así como la estabilidad financiera. Estos requisitos y la crisis internacional terminaron por dejar a cero el contador de compradores. Pero Brawn en todo momento fue tranquilizador y dijo a su gente que si nadie se hacía cargo del equipo lo haría él mismo.

Ésto parecía una bravuconada que nunca llegaría a suceder, pues en Honda habían asegurado hasta la extenuación que su coche para 2009 era un coche ganador, pero finalmente faltaban apenas unos días para comenzar el campeonato y el último comprador se echó para atrás, Richard Branson, dueño de Virgin.

Ese fue el momento en que Ross Brawn tuvo que tomar la decisión de disolver el equipo o comprarlo él mismo. No le tembló la mano y dijo "este equipo es mío". Tranquilizó a todos sus trabajadores y llamó a sus 2 fieles pilotos, que habían aguantado hasta el final, para ofrecerles el ansiado puesto de trabajo.

Cuando hoy vi a Brawn llorar, entendí por toda la tensión que este hombre ha aguantado en las últimas semanas, con cientos de familias esperando un gesto, una firma. el Señor Brawn, con mayúsculas, ha terminado hoy una etapa, en la que su responsabilidad para con sus trabajadores queda ya en manos de la fuente financiera de Richard Branson. Ross ha luchado y no ha decepcionado a nadie.

Las lágrimas de Brawn, Barrichello y Button han sido una demostración al mundo, una liberación de tensión acumulada y una explosión de felicidad sin igual. Jamás había visto ésto en la Fórmula 1.

Hoy he conocido a Ross Brawn ¡encantado de conocerle Señor Brawn!

2 comentarios: